¡Buenos días, amigxs! Todxs aquí tenemos hijos e hijas adolescentes o preadolescentes y todxs tenemos que lidiar con sus cambios de humor, sus idas y venidas, sus “no”, sus monosílabos, su aislamiento y nuestros miedos y prejuicios al respecto.

No sé si a ti te pasa, pero yo miro hacia atrás y me acuerdo muy poco de mi adolescencia. Supongo que eso dificulta el hecho de que entienda ciertas cosas que le pasan a mi hijo y que, probablemente, también me pasaron a mí.

Como madre, quiero hablar con ellos y que me cuenten cosas, pero resulta que los temas que a mí me tranquilizan (cómo ha ido el día, qué has comido, qué has hecho en clase…) no son los temas de los que ellos quieren hablar, con lo que la comunicación se complica. El acercamiento debe venir de nuestra parte primero porque somos los adultos. Y la mejor manera de hacerlo, no solo según el psicólogo Ángel Peralbo sino según todxs los psicólogxs que trabajan con adolescentes (recordad lo que decía Patricia Ramírez), es hablar de los temas que a ellxs les interesan, aunque a nosotros puedan parecernos anodinos o superficiales.

Otra cosa que como madre hago regular (quizá algo de esto también resuene contigo) es criticar lo que hacen, decirles cómo hacer las cosas para hacerlas bien (como si mi forma de hacer las cosas fuera la única forma de hacerlas bien), sobreprotegerlos impidiéndoles que maduren o augurar un futuro muy negro cada vez que sacan malas notas, no se organizan, se comprometen con algo y no lo cumplen o lo hacen a medias… No lo hago con ánimo de que se sientan fracasados, ni de que piensen que no son suficiente. Lo hago para que se den cuenta de las consecuencias que pueden llegar a raíz de ciertas acciones y para que aprendan ciertas cosas o para que no sufran o se preocupen por otras. Pero la lectura que ellxs hacen es la de que no confiamos en ellxs porque pensamos que no van a saber hacerlo bien o que no van a ser lo suficientemente listxs como para apañárselas solxs.

La adolescencia es una etapa dura tanto para ellxs como para nosotrxs. Suavicémosla lo máximo posible, intentemos acercarnos a ellxs de forma natural, tengamos en cuenta que la función ejecutiva del cerebro todavía no está madura y que, por eso, entienden perfectamente la teoría y tienen claro que hay ciertas cosas que deben hacer, pero que no siempre hacen. Esto no quiere decir que intentemos convertirnos en sus amigos. Somos sus padres y no hemos de olvidarnos de nuestras responsabilidades, de poner ciertos límites.

La empatía es una de las capacidades más importantes del ser humano porque nos permite ver la realidad desde la perspectiva del otro y sentir lo que el otro siente. Pongámosla en práctica con nuestrxs hijxs, tratemos de recordar nuestra propia adolescencia, qué nos molestaba de nuestros padres, qué nos gustaba y qué no. Disfrutemos de esta etapa juntos.

¡Nos vemos!